Las tinieblas profundas que fraguaron la instalación del Modernismo en el Vaticano. ANTECEDENTES DEL CONCILIO VATICANO II (Primera parte). Por: JM López Vega

15.11.2023

Este artículo escarba rápidamente en la Historia para encontrar las raíces del "Concilio Vaticano II" y nace como un esfuerzo por entender qué sucedió para que la herejía modernista se extendiera en el mundo católico. El conocimiento de estos datos nos hará entender mejor la situación actual de Nuestra Santa Madre Iglesia, a la vez que nos hará entender lo que debemos hacer para luchar contra la herejía, como es nuestro deber, y evitar que situaciones semejantes ocurran de nuevo, jamás olvidemos que la Historia es maestra de la vida.

· El contexto histórico de la Iglesia en la postguerra.

La Segunda Guerra Mundial cambió al mundo. Al final de la contienda Europa se repartió entre las dos más poderosas naciones: Estados Unidos y Rusia. A pesar de ambos países habían sido aliados contra Alemania, ahora se distanciaban, teniendo como punto de quiebre la ideología: comunismo para Rusia y los países que quedaron bajo su sombra, identificados en su momento como Europa del Este y el liberalismo capitalista y democrático para Estados Unidos y Europa occidental.

El fin de la Segunda Guerra Mundial marca el inicio de la llamada "Guerra Fría" entre estas dos potencias. Esta guerra se caracterizó por una lucha llena de amenazas, por el desarrollo de una carrera armamentista -la mayoría de las veces a la sombra- , por el espionaje, intentando robar las tecnologías en desarrollo y por una serie de acuerdos secretos entre las partes implicadas.

No toda esta batalla se desarrolló de manera oculta. La Unión Soviética inició una política de expansión y conquista para el socialismo en todo el mundo, lo que provocó enfrentamientos, guerras regionales y hasta divisiones en algunos países de Asia, como Corea y Vietnam. En América, el comunismo se instaló en Cuba y Nicaragua, pero hubo una serie de "guerra de guerrillas" en la mayor parte de Latinoamérica.

El trabajo pastoral de la Iglesia se volvió más difícil de realizar, pues ahora tenía que atender a los católicos de la postguerra, más preocupados por reconstruir sus países, con las huellas psicológicas de la tragedia y la muerte y con filosofías que cuestionaban la propia existencia. Para los cristianos que quedaron bajo la opresión comunista, sistema político materialista y ateo, y en consecuencia, anticristiano, las cosas se pusieron más difíciles, pues en general se persiguió la religión y se prohibió el culto, así como el arribo de sacerdotes, obispos y religiosos, lo que dio origen a una iglesia que tenía que realizar sus actividades de manera oculta y discreta, incluyendo el envío de sacerdotes y obispos de manera encubierta, por parte de la Santa Sede.

A Pío XII le correspondió la responsabilidad de cuidar el rebaño durante esta contienda mundial y, a su término, organizar la iglesia clandestina de la Europa Oriental comunista.

· Los antecedentes del Concilio.

El Papa Pío IX convocó el Concilio Ecuménico Vaticano I en 1869, entre otras cosas, para enfrentar el racionalismo y al galicalismo. El primero de los errores acentúa el papel de la razón en detrimento de la fe; el segundo cuestionaba la jerarquía de la Iglesia sobre las naciones y buscaba una especie de autonomía de la iglesia francesa.

Este Concilio debió suspenderse debido a dos conflictos bélicos: la guerra franco-prusiana y la toma de los Estados Pontificios por el ejército italiano, que buscaba la reunificación de Italia. Entonces el Concilio Vaticano I quedó inconcluso, esperando continuarlo más adelante.

San Pío X no consideró la posibilidad de convocarlo debido a la infiltración de la herejía modernista en la Iglesia, herejía a la que combatió denodadamente por medio de sus encíclicas, decretos y otras estrategias de orden práctico, como el ordenar que sacerdotes, religiosos y profesores de las escuelas católicas recitaran el "Juramento antimodernista"[1] delante de uno de sus superiores. Esta estrategia contuvo el avance de la herejía, pero no pudo aniquilarla, porque los modernistas cambiaron sus estrategias y continuaron su labor en las sombras. Además tampoco fue acatada esta orden de manera universal; algunos sectores de la iglesia, sobre todo de Alemania y los países circundantes se negaron a cumplir esta orden.

S .S. Pío XI casi al final de su papado, concibió la idea de convocar a un concilio, pero no se trataría de continuar los trabajos del inconcluso Vaticano I, sino uno diferente que tuviera como tema central la realeza de Cristo[2]:

"El día en que los Estados y los gobiernos consideren deber sagrado regularse, en su vida política, tanto como tanto interior como exteriormente, según las enseñanzas y preceptos de Jesucristo, entonces y sólo entonces gozarán interiormente de una paz ventajosa, mantendrán relaciones de mutua confianza y resolverán pacíficamente las controversias que puedan surgir".

Si se hubiera reunido, ciertamente, habría sido el concilio de Cristo Rey, pero con el peligro latente de la infiltración modernista.

Por su parte, S. S. Pío XII[3] también concibió, también casi al final de su gobierno, la idea del Concilio. No se trataba de reanudar los trabajos del Vaticano I, sino otro orientado a condenar los errores que ya circulaban en la cristiandad: falsas filosofías, errores sobre el Cuerpo Místico, comunismo, problemas relacionados con la moral sexual, etc. Pero advirtió el peligro de que estos errores se "enquistaran" en la doctrina y prefirió renunciar a su convocatoria. En lugar de ello, también dedicó buena parte de sus encíclicas, decretos y discursos a combatir estos errores. Para ello, también utilizó la naciente tecnología de la radio, para enviar mensajes a toda la cristiandad.

Podemos concluir que los Pontífices de la primera mitad del S. XX optaron por no convocar a ese concilio, por el potencial peligro de que los modernistas, los grupos de poder ocultos –que ya estaban infiltrados dentro de la iglesia, lo que Viganó llama "la iglesia profunda"- tomaran las riendas de la iglesia e introdujeran los errores ya presentes en algunos de los miembros del mismo clero.

· La infiltración de la masonería en la Iglesia

El Magisterio de la Iglesia ha analizado en detalle toda la doctrina de la masonería y la ha condenado tajantemente. De hecho es la secta que ha recibido más condenas, alrededor de 200, entre ellas, al menos diez encíclicas, siendo la más destacada "Humanum Genus", del papa León XIII, del 20 de abril de 1884.

El hecho de que la masonería ha entrado en la iglesia vaticana es innegable; sacerdotes, obispos y cardenales han participado y participan en las logias masónicas. Hay suficiente información, además de que la iglesia actual parece haberse hermanado con la masonería, pues comparten los mismos fines, como la fraternidad universal y el sincretismo religioso.

La masonería es una organización secreta cuyo fin es destruir la Iglesia Católica. Los ataques directos no son su principal estrategia, sino la infiltración; insertar masones en el aparato eclesiástico con apariencia de buenos católicos, o bien, reclutar miembros del clero e ingresarlos en la masonería.

Hay un plan establecido desde el inicio de la masonería moderna, y publicado en un texto corto titulado "La Alta Venta" (o Alta Vendita) publicado en 1859[4]. En este documento aparecen con toda claridad los planes masónicos.

Escribe Juan Suárez Falcó[5]:

En este texto se establecía un plan para infiltrar la Iglesia católica, colocando a masones en los seminarios, para que, con el tiempo, fueran ordenados sacerdotes y escalaran puestos hasta el obispado y el cardenalato y así poder subvertir la doctrina católica desde los altos puestos de la Iglesia. El objetivo final era lograr que alguno de ellos llegara, algún día, a la Silla de Pedro, para, desde ahí, demoler la doctrina católica, desviándola hacia la apostasía general, y obligando a toda la Iglesia a seguir hasta el Infierno a ese falso profeta, bajo la bandera de la obediencia debida al "Papa".

Estos planes parecían imposibles en la época de los papas Gregorio XVI. Pero tanto él como los papas Pío IX y principalmente León XIII, insistieron en que se diera a conocer este documento, a fin de que los católicos tomaran las medidas pertinentes para evitarlo.

Al conocer la naturaleza de la masonería y sus planes, la Iglesia actuó inmediatamente repudiándola y proponiendo los remedios necesarios para combatirla.

Las condenas iniciaron en 1738. El primero que lo hizo fue Clemente XIII, luego Benedicto XIV, Pio VI, León XIII, Pio X y Pio XI. La constante en sus condenas es afirmar que UN CATÓLICO NO PUEDE SER MASÓN, por ser la masonería, el ENEMIGO CAPITAL DE LA IGLESIA CATÓLICA.

El Papa León XIII en su Encíclica Humanus genus, analiza punto por punto la doctrina masónica, descubre sus errores y propone los remedios correspondientes, que incluyen: el mandato a toda la Iglesia de desenmascarar la masonería, el fortalecimiento de la educación religiosa, el trabajo con asociaciones obreras y patronales y la educación de la juventud.

Hay otro documento de suma importancia para comprender la acción de la masonería en el Concilio Vaticano II: La lista Pecorelli[6]. Con fecha 12 de septiembre de 1978, el periodista Mino Pecorelli (un masón arrepentido de la Logia italiana P2) publicó en su revista OP-Osservatore Politico un artículo titulado "La gran logia vaticana". La lista incluía 116 nombres de cardenales, obispos y sacerdotes –principalmente italianos- pertenecientes a la masonería. Todos con funciones de primera importancia en el Vaticano. Varios de ellos aparecerán en tareas esenciales para los fines del concilio; por ejemplo, el cardenal Augustin Bea[7] fue prácticamente el brazo derecho de Juan XXIII en su organización, y es uno de los cardenales masones citados en la Lista Pecorelli. Otros casos son los del cardenal Aníbal Bugnini, quien fue el encargado de la reforma de la Misa; el cardenal Sebastiano Baggio, Prefecto de la Sagrada Congregación de los Obispos; el cardenal Agostino Casaroli, después Secretario del Estado Vaticano con Juan Pablo II; cardenal Achille Lienart, Gran Maestro masón de alto grado, Obispo de Lille, Francia, encargado de reclutar nuevos masones; y no podía faltar el Presidente de Instituto de Obras Religiosas (IOR) mejor conocido como Banco del Vaticano, el cardenal Paul Marcinkus. Todos aparecen en la Lista Pecorelli, con su fecha de iniciación y su nombre (preudonombre) elegido.

El periodista Mino Pecorelli fue asesinado en marzo de 1979, meses después de la publicación de su lista. Lo más interesante de esta "Lista" es que no hubo refutaciones fundamentadas que pudieran cuestionar su validez.

Es fácil advertir el poder que los masones tienen en el Vaticano, pero a fin de comprenderlo con el más crudo realismo, aunque no está circunscrito a este momento histórico, el P. Charles Murr[8] (gran amigo del obispo Edouard Gagnón, con quien compartía residencia en Roma, y a quien le sirvió como chofer en repetidas ocasiones en sus visitas al Vaticano) quien vivió muy de cerca este suceso, comenta en una entrevista realizada por el P. Javier Olivera Ravasi, los siguientes hechos:

  • El Obispo canadiense Edouard Gagnón (después cardenal) recibió, cuando se encontraba en los Estados Unidos, documentos que señalaban a Anibal Bugnini (el encargado de diseñar el Novus Ordo) como miembro de la masonería. Mons. Gagnon, en lugar de informar directamente a la Santa Sede, solicitó a la Interpol y otras agencias policiales que corroboraran la información, que resultó positiva, pero no solo él, sino también otros miembros de la curia romana.
  • Se fue a Roma para hablar con Paulo VI, quien retiró a Bugnini del Vaticano, enviándolo como diplomático a Irán. Montini le solicitó a Mons. Gagnon que investigara quiénes más eran masones.
  • Tres años duró la investigación, y al concluirla, presentó los resultados a Pablo VI, quien decidió no actuar, sino dejar este problema a su sucesor.
  • A la muerte de Montini, Gagnon fue llamado por el recién electo Albino Luciani (Juan Pablo I) a quien Gagnon le pidió que retirara a varios de sus funcionarios en las Congregaciones (equivalentes a las secretarías de Estado) entre otros al Cardenal Sebastiano Baggio, entonces Prefecto de la Sagrada Congregación de los Obispos, pues estaba facilitando la entrada de liberales y masones al rango de obispos.
  • Luciani mandó llamar al cardenal Baggio con el fin de interrogarlo. Baggio se negó un par de veces a reunirse con Juan Pablo I, alegando tener demasiado trabajo. Finalmente se presentó ante Luciani, quien le propuso el cargo de Patriarca de Venecia, que estaba vacante. A esto respondió Baggio, levantando la voz: "No, yo no voy, y ni tu ni nadie me puede forzar a ello". Luego empezó a gritarle a Juan Pablo I. En este evento estaba presente el cardenal Giovanni Benelli.
  • Esa noche Albino Luciani murió.

De este calibre es el poder de la masonería dentro del Vaticano. El testimonio aparece -además de la entrevista en video- en un libro del P. Charles Murr que se titula "Asesinato en el grado 33"


[1] Denzinger, E. 1958. Pío X. Juramento contra los errores del modernismo. Del Motu proprio Sacrorrum Antistilum del 1 de septiembre de 1910. Magisterio de la Iglesia. Barcelona. Herder. D-2145.

[2] Maxcense, P. 11 de octubre de 2022. Pío XI, Pío XII y ese concilio que no existió. Duc in Altum. https://www.aldomariavalli.it/2022/10/11/pio-xi-pio-xii-e-quel-concilio-che-non-ci-fu/

[3] Idem.

[4] Vennari, J. La instrucción permanente de la Alta Venta. https://pdfcoffee.com/alta-vendita-john-vennaridocx-4-pdf-free.html

[5] Suárez Falcó, J. Breve crónica de un golpe de estado masónico en la iglesia: estudio jurídico-teológico de la renuncia de Benedicto XVI. GLORIA TV. https://gloria.tv/post/NE2pWwDW4wn4181SrP2eQT761

[6] Masonería. ¿Qué es la lista Pecorelli? En: https://mensajerosdelavida.es/wp-content/uploads/publicaciones/LISTA-PECORELLI.pdf

[7] Idem.

[8] Olivera Ravasi, J. 18 de septiembre de 2022. Masonería en la Iglesia. A propósito de la muerte de Juan Pablo I. Entrevista con el P. Charles Murr. Que no te lo cuenten. En: https://www.youtube.com/watch?v=suA5o2sbNTY