EL PROBLEMA DE LA LIBERTAD HUMANA EN DIEZ PUNTOS. Por: JM López Vega

08.11.2023

  • Dios nos ha creado como seres libres. ¿Qué significa esto? Que no somos como los animales y las plantas, que tienen un propósito predefinido y que actúan de acuerdo con su naturaleza; vegetativa en el caso de las plantas, o sensitiva o instintiva, en el caso de los animales. No tienen la opción de elegir. Su comportamiento se conforma con las leyes de la naturaleza impresas por Dios desde la creación. Pero al hombre quiso darle un don especial, quiso hacerlo el príncipe de la Creación. Entonces lo dotó de la libertad, de la capacidad para elegir.

  • ¿Tenía Dios necesidad de hacernos hombres libres? La verdad es que no. Pero a diferencia de los animales y las plantas, Él quería crear un ser qué le amara libremente, no por una condición natural obligatoria, inflexible. De hecho, la naturaleza toda refleja la grandeza de su Creador y, por decirlo de algún modo, le glorifica. Pero al hombre no le basta con existir para expresar su amor por Dios; necesita amarlo libremente, voluntariamente.

  • Esta alma racional tiene dos componentes esenciales: la inteligencia y la voluntad. La inteligencia, como su nombre lo indica, "intus legere", nos permite adentrarnos en la esencia de las cosas, conocer lo que realmente son, es decir, su naturaleza. La voluntad es el motor que nos lleva a actuar, conforme a determinados propósitos, que debieran estar orientados por la inteligencia. El fin de la inteligencia es conocer la verdad, el fin de la voluntad es hacer el bien.

  • Cuando Dios creó al hombre, lo hizo a su Imagen y Semejanza. ¿Qué quiere decir esto? Que lo dotó de un alma racional e inmortal; una capacidad para conocer y para amar. Además, le dotó de otros bienes preternaturales: el don de ciencia, por el que el hombre tenía de manera infusa una gran cantidad de conocimientos, especialmente sobre la moral y la religión, y el don de la integridad, que permitía que la voluntad estuviera sujeta a la razón, por lo que el hombre actuaba correctamente, conforme a las orientaciones de su entendimiento.

  • ¿El hombre es el único ser dotado de un alma racional? No. También los ángeles fueron creados con un espíritu inmortal, con inteligencia y voluntad. Son espíritus puros, superiores al hombre, creados para alabar y servir a Dios, pero también dotados de libertad. Precisamente por esta capacidad, una parte de ellos se rebeló contra Dios, pues querían ser como Él. Su pecado los llevó al infierno, y desde entonces trabajan por perder al hombre, impedirle que llegue al cielo, por odio al Hijo de Dios que tomó la naturaleza humana, y por envidia al hombre, pues ellos ya nunca tendrán acceso a la Vida Eterna.

  • Cuando el hombre perdió el Paraíso por el pecado Original, debido a la desobediencia a los mandatos de Dios, invitados por la serpiente, -Luzbel, el ángel rebelde- Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso. Perdieron la amistad con Dios y también los dones preternaturales que poseían. Pero Dios, en su misericordia, no quiso dejar que el hombre se perdiera irremediablemente. Y nos mando a su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, a rescatarnos del pecado y de la muerte eterna. Jesucristo, el Mesías que había prometido Dios a los hombres desde la antigüedad, se hizo hombre y fundó su Iglesia, a la que encomendó la salvación de las almas. Para ello dejó sus enseñanzas en las Sagradas Escrituras y en la Tradición. Además, nos dejó una serie de ayudas espirituales, en especial la Santa Misa, pero también los sacramentos y otros medios para alcanzar la salvación.

  • ¿Tenemos libertad para admitir el error y hacer el mal? No. La inteligencia nos fue dada para conocer la verdad y la voluntad para hacer el bien. Cualquier cosa contraria es una violación a estos fines. Humanamente podemos romper los mandamientos, pero no sin consecuencias. Ese fue el error de Luzbel y después el de Adán y Eva, y ya vemos lo que sucedió. Satanás fue condenado al castigo eterno, en el infierno, pero a los hombres Dios nos ha dado otra oportunidad, por amor a su Hijo.

  • Entonces, la educación de la libertad requiere que se trabaje en el perfeccionamiento de ambas capacidades: inteligencia y voluntad. Una inteligencia bien instruida en las verdades fundamentales, bien orientada en cuanto a los caminos que es necesario recorrer, y consciente de los obstáculos que hay que sortear. Paralelamente, y orientada por la inteligencia, será necesaria la educación de la voluntad, que algunos pedagogos llaman "la formación del carácter", en la que se fortalecen los hábitos que nos conducen a ser mejores, a la mayor perfección posible, que nos señala Jesucristo N. S. "Sed, pues, vosotros, perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto, imitándole en cuanto podáis." (Mt. 5,48).

  • Desde entonces, conocer la verdad y hacer el bien no es algo sencillo. Si bien tenemos la ayuda de la Revelación y las enseñanzas de la Iglesia, no es fácil acceder a la verdad y menos aún, a la fuerza de voluntad para hacer el bien. El Pecado Original ha dejado en el hombre una huella de debilidad; estamos inclinados hacia al mal, hacia lo fácil y lo placentero. Pero seguimos añorando la eternidad.

Dado que estamos inclinados hacia el pecado, para alcanzar la verdad y hacer el bien, debemos esforzarnos doblemente: por un lado, para instruir nuestra inteligencia, mediante las verdades esenciales de la fe y otras que nos sirvan para vivir de la mejor manera posible, así como también con el desarrollo de métodos de rigor lógico, que nos permita alcanzar esas verdades con los niveles de certeza requeridos; pero sobre todo, requerimos formar la voluntad con el ejercicio de las virtudes, es decir, de los hábitos que nos perfeccionan, que nos hacen mejores. Y estas virtudes son de diferente naturaleza: físicas, psicológicas, sociales, pero las que requerimos principalmente son las morales y espirituales, que son las que nos garantizan alcanzar el fin deseado: el retorno a la casa de Nuestro Padre.

Pero el esfuerzo del hombre, por más empeño que ponga, no alcanza para acceder al cielo prometido. Es necesaria la gracia sobrenatural, la ayuda de Dios y su Santísima Madre, la Virgen María, gracias sin las cuales nuestros propios esfuerzos valen poco. "Sin mí nada podéis" dice el Señor.

Conocer a Dios, ser buenos, y vivir en estado de gracia. Es lo que necesitamos.

  • Como vemos, la libertad pende sobre nosotros como una espada de Damocles. Es un arma de doble filo: la necesitamos para ganar la única batalla que cuenta en esta vida, alcanzar el Cielo; o podemos usarla inapropiadamente, abusando de ella, buscando las glorias y los placeres de este mundo, y con ello tomar la senda que conduce a la condenación eterna.