El perfil espiritual de un murmurador

23.09.2024

ESPIRITUALIDAD


El perfil espiritual de un murmurador, como el de Semeí, está marcado por el odio, el resentimiento, la envidia, el deseo de venganza y la hipocresía.

Pbro. Carlos Muñoz Caselín,


En nuestra vida diaria, a menudo nos encontramos con personas que parecen no encontrar satisfacción a menos que estén hablando mal de los demás. Este comportamiento, conocido como murmuración, revela un perfil espiritual profundamente afectado por el resentimiento, la envidia y la hipocresía. Un ejemplo claro de este tipo de actitud se encuentra en la historia bíblica de Semeí, mencionada en el libro de 2 Samuel 16:5-23.

El caso de Semeí.

Semeí, un hombre de la tribu de Benjamín, fue por mucho tiempo servidor del rey Saúl, formando parte de su familia y disfrutando de grandes privilegios. Sin embargo, Saúl comenzó a desviarse de la voluntad de Dios, quien lo había puesto en el trono de Israel. A pesar de los errores de Saúl, Semeí permaneció leal a él, ignorando su conducta indebida.

Debido a la desobediencia de Saúl, Dios decidió quitarle el trono y entregárselo a otra persona: un joven pastor llamado David. Este nuevo rey, desde una perspectiva humana, no parecía tener las cualidades tradicionales de un monarca: era inexperto en la guerra, mostraba una sensibilidad artística al componer poemas y tocar instrumentos musicales, y su estatura no era tan imponente como la de otros soldados y reyes de su época. Estas características, junto con otras, fueron motivo de crítica; sin embargo, David fue elegido por Dios para ocupar el trono de Israel.

Al asumir David el trono, muchos de los antiguos servidores de Saúl, incluyendo a Semeí, fueron removidos de sus cargos. Esta pérdida de poder y estatus generó en Semeí un profundo resentimiento hacia David, a quien culpaba de su desgracia. Con el tiempo, este resentimiento se transformó en odio.

El estallido del resentimiento.

Años después, cuando el rey David enfrentaba una rebelión liderada por su propio hijo Absalón, decidió huir de Jerusalén para evitar una guerra civil. Acompañado por soldados leales y un grupo de seguidores del pueblo, David abandonó la ciudad en un momento de gran vulnerabilidad.

Fue en ese instante que Semeí encontró la oportunidad perfecta para liberar el odio y la frustración que había albergado durante tanto tiempo. Desde una colina cercana, observaba con satisfacción y resentimiento cómo David huía. Aprovechando la ocasión, comenzó a gritar insultos y a lanzar piedras hacia el rey. "¡Sal fuera, hombre sanguinario! ¡Has traído desgracia sobre tu pueblo!", exclamaba con desprecio, mientras sus palabras resonaban entre las montañas.

Los soldados de David, enfurecidos por los insultos, ofrecieron matar a Semeí, pero el rey lo impidió. A pesar de la humillación, David mantuvo la calma y respondió con compasión: "Dejad que Semeí hable. Quizá el Señor le haya ordenado que me maldiga". Esta actitud no solo mostró la grandeza de corazón de David, sino también su entendimiento de que incluso en los momentos más oscuros, hay lecciones valiosas que aprender.

Lecciones espirituales de la murmuración.

La actitud de Semeí revela cómo el resentimiento y la envidia pueden corromper el alma de una persona. En lugar de buscar la reconciliación o el perdón, Semeí eligió regodearse en la desgracia de David, demostrando su deseo de venganza. La murmuración, entonces, no solo daña a quienes son objeto de las críticas, sino que también contamina el espíritu de quien murmura.

Además, la hipocresía de Semeí es evidente: mientras insultaba a David y lo culpaba de su propia pérdida, pretendía ser un hombre de justicia, cuando en realidad solo descargaba sus propios resentimientos. Este tipo de comportamiento nos recuerda cómo el rencor y la envidia pueden nublar nuestro juicio y alejarnos de la verdadera felicidad.

Conclusión: cómo evitar la murmuración.

El perfil espiritual de un murmurador, como el de Semeí, está marcado por el odio, el resentimiento, la envidia, el deseo de venganza y la hipocresía. Estas emociones alimentan una actitud destructiva que puede disfrazarse de búsqueda de justicia, pero que en realidad solo busca desahogar sentimientos negativos.

Si nos encontramos siendo el blanco de las palabras hirientes de un murmurador, recordemos que la verdadera grandeza se demuestra al reaccionar con paciencia y humildad ante las críticas. David nos enseña que la compasión y la calma pueden ser una respuesta poderosa frente a la adversidad.

Por otro lado, también debemos examinar nuestra propia conducta. En lugar de dejarnos llevar por la envidia o el resentimiento, es esencial que cultivemos un espíritu de caridad y comprensión hacia los demás. Solo así podremos evitar caer en este defecto y encontrar la verdadera paz para nuestras almas.