Cardenal Ouellet: “La era del cristianismo ha terminado”.

12.02.2024

Por: JM López Vega


Marc Ouellet es un cardenal canadiense, prefecto emérito del Dicasterio para los Obispos. Recientemente ha declarado que "La era del cristianismo ha terminado". En cierto sentido las palabras del cardenal Ouellet son ciertas. Efectivamente, la civilización occidental, que fue desarrollada y sostenida bajo los principios del cristianismo, parece que ha desaparecido o está en proceso de hacerlo. Con ello, no sólo nos referimos a que las naciones en general hayan conocido y adoptado la religión católica, sino también a que los productos intelectuales y culturales derivados de la concepción cristiana del mundo eran los que regían y gobernaban la mayor parte del mundo.

Pero es necesario aclarar que el Cristianismo, como la Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo, ni ha desaparecido, ni desaparecerá, pues tenemos la promesa de nuestro Fundador, de que estará con nosotros hasta la consumación de los siglos (Mateo 28, 20).

Hubo un tiempo en que la sociedad reconocía en el hombre la imagen de Dios, su Creador. Y por ello le confería una dignidad distinta de los demás seres creados: una persona formada de alma y cuerpo, con una misión en la tierra, (salvar su alma), pero finalmente cuya meta final era el Cielo, la Patria Celestial. En esta época el orden establecido por Dios regía las sociedades, y se manifestaba en las ciencias, como el Derecho o la Medicina, y en la cultura en general, de la que subsisten innumerables ejemplos bellísimos en la arquitectura, la pintura y el arte en general.

Pero los enemigos de la salvación, con Satanás como un líder, propusieron una serie de movimientos de tipo filosófico y cultural, que transitaron por el Humanismo del Renacimiento, con la exaltación del hombre, para llegar luego a la Ilustración del Siglo XVIII, con la primacía del razonamiento y el liberalismo. A este movimiento se unió la aparición de la Masonería Moderna, creada específicamente para acabar con la Iglesia Católica.

Intentaron borrar del rostro del hombre, la imagen de Dios, su Creador. Y sustituyeron a Dios por el hombre mismo, haciéndolo el centro del pensamiento filosófico y científico, y aún del religioso, especialmente bajo el Protestantismo.

Los ataques contra la Iglesia y contra Cristo se multiplicaron a diestra y siniestra. Pero la puntilla final a esta gloriosa época fue propinada por la misma iglesia, con la llegada del Concilio Vaticano II, en el que la iglesia cambia su trayectoria salvífica, para convertirse en una institución más del mundo; optaron por ser amigos del mundo, en lugar de combatirlo, y declararon la libertad de conciencia y el ecumenismo, que fueron los instrumentos para terminar de demoler los cimientos de la civilización que el cristianismo había forjado a través de los siglos. Se olvidaron de que el mundo es uno de los enemigos del alma, junto con el Demonio y la carne.

Estamos de acuerdo en el panorama conceptual del hombre que plantea el cardenal Ouellet: Las opciones oscilan «entre un espiritualismo desligado de la condición física y un materialismo que reduce todas las aspiraciones trascendentes a datos biopsíquicos técnicamente controlables».

En primer lugar, la ciencia la tecnología prometían al hombre no sólo brindarle una vida más de mayor bienestar, sino ayudar al hombre mismo a ser mejor. Pero lo que tenemos ahora es exactamente lo contrario; estamos regresando a las etapas primitivas de la civilización, dónde los pueblos que no conocían a Dios se regían por los fenómenos naturales a los que les atribuían el carácter de deidad. Era la época del animismo.

Una prueba de lo anterior es la presencia de la "Pachamama" en el Vaticano, las "limpias" que le hacen a Francisco cuando visita pueblos autóctonos o indígenas. Y más recientemente, la "bendición espiritual" realizada por un "chamán" de la Amazonía, en la inauguración del "nuevo y grandioso" Foro de Davos 2024. Pareciera que el mundo ha puesto la "reversa" y ha entrado en su declinación final.

Por otra parte, hemos llegado a una etapa en dónde el hombre, con su naturaleza de hijo de Dios, ha perdido valor para las sociedades; donde se ha convertido en esclavo, en instrumento, en materia o mano de obra, en procesos físico-químicos y eléctricos, que se pueden utilizar con cualquier fin, o bien, se pueden desde destruir, si no resultan útiles para quienes tienen el poder.

A los cristianos esto no debería de sorprendernos. En repetidas ocasiones, tanto en el Antiguo Testamento, como en las mismas enseñanzas de Cristo y sus apóstoles, nos señalaron que vendrían días en que el caos y el de error penetrarían en la iglesia de Cristo; cuando la "abominación desoladora" ocupe el Lugar Santo (Mateo 24, 15)… y señalaron que los cristianos serían perseguidos, como en los primeros tiempos de la iglesia. "y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre." (Mateo 24, 9).

Estos tiempos difíciles no deberían ser motivo de miedo y angustia para los cristianos; más bien al contrario, tiempos de alegría y de esperanza, porque tenemos la oportunidad de emular a nuestros primeros cristianos que dieron testimonio de su fe, aún con su sangre, y porque sabemos que la segunda venida de Cristo está por venir.

Por lo mismo, la afirmación de monseñor Ouellet respecto a que "la era del cristianismo ha terminado", sólo podemos decir que, desde la perspectiva social y cultural, ciertamente está en una crisis lamentable. Pero desde la perspectiva religiosa, la Iglesia de Cristo no sucumbirá al poder del infierno, y al final resultará victoriosa.